Salmo 91:7

Aunque caigan mil a tu lado,
aunque mueran diez mil a tu alrededor,
esos males no te tocarán.

¿Cómo sería tener una vida sin amenazas? ¿Cómo sería una vida sin enemigos? ¿Cómo sería si simplemente pensáramos como un niño que se siente amado, protegido y confiado?

Leyendo este versículo del Salmo 91 con mi hijo de 11 años, me llevé una gran lección. El es hijo único, con buena salud, y- debo admitir- cuenta con un par de padres sobreprotectores que parecen siempre estar encima cuidando que nada le pase. Terminamos de leer este versículo y le pregunté, ¿Qué piensas o que sientes tú con este versículo? Yo esperaba una respuesta parecida a la mía. Algo así como, Siento orgullo porque los “otros”, los “malos” sufrirán y yo no porque soy elegido, porque yo soy bueno. Pero grande fue mi sorpresa cuando él me respondió – me causa tristeza. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Triste porque a ti no te pasó nada? Y me lo explicó –mamá lo que pasa es que si caen mil o diez mil personas alrededor mío es triste, debe haber muchas familias llorando por las muertes, o sufriendo por la enfermedad o lo que sea que les afectó. Ahí lo pude ver… ¡Cuánta misericordia! Sentir el dolor de los que sufren sin importar si son “malos” o si son mi amenaza, es humanizarme al tal punto de descubrir que “los otros” tienen emociones, sufrimiento y dolor igual que yo, que son creados a imagen de Dios igual que nosotros. Pero claro, somos seres humanos caídos, nuestras relaciones están rotas, sentimos amenazas de los demás, y en nuestras mentes los hacemos nuestros enemigos. Comenzamos a concluir que simplemente son malos y merecen lo que les pasa si algo malo les sucedió. Mirando desde la óptica de la misericordia no es así. Si yo no sufro no es porque soy mejor que ellos, es simplemente porque la gracia de Dios lo permitió así. Solamente podemos sentir ese tipo de amor cuando somos llenos de amor, cuando vemos a nuestro Dios que nos protege y cuando estamos confiados que todo lo que el haga será para acercarnos más a él. En Romanos 12:2 Dios nos pide que busquemos cambiar nuestra manera de pensar para conocer lo que Dios quiere para la humanidad. Si al ver el sufrimiento de otros nos dolemos, podemos decir que tenemos algo de la mente de Dios en nosotros.

Cuando vemos en las noticias o cerca de nosotros a tantas personas sufriendo por lo que esta sucediendo, ¿tenemos misericordia y sufrimos con su dolor? ¿O simplemente nos decimos a nosotros mismos que por su maldad están sufriendo lo que sufren? Que nos ayude Dios a ser transformados cada día para tener su mente y mirar con sus lentes, desde Su corazón.

Escrito por Patricia Tamara Cofre

Salmo 91:8

Simplemente abre tus ojos
y mira cómo los perversos reciben su merecido.

Adaptado de los “12 Pasos Importantes Para Transformar tu Vida” de Janet Pérez

En los tiempos que vivimos, hemos sido testigos que el encuentro de la muerte es tanto con pobres como con ricos. El rico morirá en un lecho rodeado de comodidad y confort; mientras que el pobre lo hará en una humilde y sencilla cama. Pero al final, la muerte habrá llegado a ambos. Reflexionar sobre la “recompensa de los impíos,” es decir la muerte, debe reestructurar nuestra manera de pensar. Recordemos que la Biblia declara que todos somos impíos delante de Dios porque todos hemos pecado contra él; y que solo por Cristo podemos tener, como el salmista, la certeza y paz de ser llamados hijos perdonados. Por el sacrificio de Jesús ya no somos impíos sino herederos y Su cuerpo en esta tierra.

Debemos darnos cuenta de dónde venimos. Quienes éramos antes de Cristo y lo que eso implicaba ante el riesgo de la muerte. Despertemos a la realdad que somos Su iglesia, y que con ese regalo también nos dio importante responsabilidad. Te invito hoy, a reflexionar en el importante rol que tenemos como iglesia en estos tiempos críticos; que, como señala el versículo, al ser testigos de las asechanzas de la muerte ante los que aún son impíos, que no nos quedemos indiferentes.  Te invito a tomar este momento para solamente ver esta pandemia como una invitación a re-pensar en cómo no volver a ser los mismos, para que experimentemos un nuevo renacer como iglesia y como cristianos.

Te animo a leer detenidamente los siguientes 12 pequeños pasos reflexionando en cómo renovar nuestro pensamiento, y reevaluar nuestra actitud para experimentar una nueva conexión con Dios.

  1. En lugar de preocuparnos por el mañana, caminemos en Su Palabra hoy compartiéndola con los demás
  2. No le pidamos a Dios que elimine nuestro miedo, sino que remueva nuestra duda de que Él lo hará. Seamos sembradores de esperanza.
  3. No sucumbimos a la autocompasión; lo entregamos todo a Dios y vemos las necesidades de otros.
  4. No nos preocupamos por el éxito de nuestro negocio; hacemos nuestro negocio para agradecerle por lo que Él está haciendo y para ser de bendición en nuestras comunidades.
  5. En lugar de pedirle que sane nuestra soledad, nos acatamos a la verdad de que Dios es suficiente.
  6. No nos lamentamos por los errores de ayer, sino que estamos conformes con las bendiciones de hoy.
  7. En lugar de temblar cuando nuestro bote se está hundiendo, hacemos que Dios sea el ancla de nuestra alma. Apuntamos a los demás a conocerlo como su Roca.
  8. Cuando las respuestas no llegan, vamos al pie de la cruz y dejamos nuestros problemas allí. Damos testimonio de su bondad en abundancia como en escasez.
  9. En lugar de desear la abundancia en nuestra cuenta bancaria, tenemos en cuenta las riquezas que Él derramó.
  10. No elegimos nuestras batallas; se las entregamos todas al Señor.
  11. En lugar de pedir éxito, tenemos éxito en confiar en Dios primero.
  12. Y finalmente, cuando Dios parece estar callado, callamos las distracciones para poder escuchar el susurro de Su voz.

Que Dios cambie nuestros corazones para responder con Su corazón ante nuestro mundo quebrado y dolido. ¿Cómo puedes vivir tu papel como iglesia en este tiempo donde la muerte acecha?

Escrito por Darío Torres